¿Estás subiendo de peso en invierno?

Claves para no caer en las trampas de la temporada

Cuando llega el invierno en Argentina, el cuerpo pide abrigo, comidas calientes y descanso… y muchas veces, eso se traduce en unos kilos de más. El frío, la menor exposición al sol y la baja actividad física pueden convertirse en una combinación peligrosa para quienes están intentando perder peso o mantenerse en forma.

El descenso de la temperatura no solo afecta los planes de entrenamiento: también modifica el estado de ánimo, altera el apetito y cambia nuestros hábitos diarios. Pero conociendo las “trampas invernales”, es posible superarlas sin resignar resultados. A continuación, repasamos los factores más comunes que afectan el peso corporal en esta estación, y cómo contrarrestarlos de forma efectiva.

1. Bajá el consumo de frutas y verduras… ¿o no?

En invierno, muchas personas reducen la ingesta de frutas y verduras frescas. Los mercados de temporada suelen ofrecer menor variedad y, a nivel mental, el cuerpo pide harinas, dulces y comidas más calóricas. Esta falta de micronutrientes no solo impacta en la salud general, sino que incrementa el apetito, porque el cuerpo sigue buscando lo que necesita.

👉 ¿Qué hacer?
Elegir frutas y verduras de estación: calabaza, zanahoria, cítricos, espinaca, acelga. También se pueden incorporar vegetales congelados, que conservan sus nutrientes y son una excelente opción para preparar guisos o sopas saludables.

2. El «invierno melancólico» y el apetito emocional

La falta de luz solar reduce los niveles de serotonina, una hormona fundamental para el buen humor. Esto puede derivar en lo que se conoce como trastorno afectivo estacional, y provoca una mayor necesidad de comer harinas, chocolates o carbohidratos para levantar el ánimo: No por nada «la semana de la dulzura» comienza en Julio.

👉 ¿Cómo prevenirlo?
Exponerse a la luz natural al menos una hora al día, aunque esté nublado. Y sobre todo, moverse. El ejercicio físico eleva el estado de ánimo, combate la ansiedad y ayuda a mantener los hábitos saludables, incluso en los días más fríos.

3. Temperatura corporal y metabolismo: ¿demasiada calefacción?

Mantener los ambientes constantemente calientes tiene un efecto inesperado: el cuerpo deja de esforzarse por mantener su temperatura interna. Esa energía que el organismo normalmente usa para calentarse (y que ayuda a quemar calorías) se reduce al mínimo.

👉 ¿Qué conviene hacer?
Bajar un poco la calefacción, abrir ventanas unos minutos o salir a caminar sin sobreabrigarse puede estimular el metabolismo. Incluso esos “pequeños escalofríos” ocasionales ayudan a activar la termogénesis y aumentar el gasto calórico.

4. ¿Hambre o falta de hidratación?

En invierno se bebe menos agua, y eso puede ser un problema. Una leve deshidratación genera señales similares al hambre. Como el cuerpo “confunde” estas sensaciones, muchas veces se termina comiendo cuando en realidad solo hacía falta hidratarse.

👉 ¿Cuál es la clave?
Beber agua apenas se detecta “hambre”, y esperar unos minutos. También es útil incorporar infusiones calientes, caldos, sopas livianas y frutas con alto contenido de agua como manzanas o peras. Apuntar siempre a los 2 litros diarios, incluso si no hay sed constante.

5. Bebidas calientes: un refugio calórico

No todas las infusiones invernales son inocentes. Algunas bebidas como cafés saborizados, submarinos, o infusiones con miel o azúcar agregada pueden tener un impacto significativo en la cantidad de calorías diarias.

👉 ¿Qué se recomienda?
Optar por café negro, té sin azúcar o infusiones de hierbas. Si se quiere algo más contundente, una sopa de verduras casera puede cumplir el mismo rol reconfortante, con mucho menos impacto calórico.

6. Menos movimiento, menos gasto calórico

Aunque se mantenga la rutina del gimnasio, es habitual que en invierno se reduzca la actividad diaria. Se camina menos, se prefiere el transporte o el auto, y el clima frío desincentiva el entrenamiento al aire libre. Además, los resfriados frecuentes complican la constancia.

👉 ¿Cómo contrarrestarlo?
Aprovechar cualquier momento para moverse: caminar con abrigo, jugar con los chicos, salir a pasear al perro. Incluso con síntomas leves, se puede seguir con ejercicios suaves como yoga, estiramientos o bicicleta estática. No hace falta exigirse, pero sí mantenerse activo.

El invierno no tiene por qué convertirse en sinónimo de retroceso físico. Con pequeñas adaptaciones, atención plena y compromiso, es totalmente posible seguir bajando de peso o mantener los resultados. El secreto está en no entregarse a la comodidad total del hogar, sino encontrar maneras de moverse, nutrirse bien e hidratarse, aún en los días más fríos.

La estación es desafiante, sí. Pero también puede ser una oportunidad para fortalecer la disciplina y reafirmar objetivos. Porque el fitness no tiene temporada, y la salud tampoco.